Os había dicho que os iba a contar la historia del columpio.
Este columpio estaba en casa de una tía de mi suegro y lo iban a tirar, pero por una de esas extrañas casualidades, ese día yo fui de visita y cuando lo vi me enamoré de él.
Evidentemente el columpio no fue a la basura si no que se vino a mi casa ante la sorpresa y perplejidad de su antigua dueña que lo consideraba "basura".
La verdad es que su aspecto no era muy bueno, estaba así ( si pincháis la foto apreciaréis el óxido y las malas condiciones en las que estaba).
Tenía por delante mucho trabajo y unas vacaciones muy cortas para todo lo que quería hacer.
Me armé de paciencia y con un poco de lija, decapante y un mucho de paciencia, quité toda la vieja pintura, luego lo pinté con una pintura especial para barcos, ya que mi casa está junto al acantilado y el salitre se puede "palpar" en el ambiente.
Con un par de telas bonitas preparamos toda la parte textil: el toldo, los cojines, los bolsillos laterales para las labores,...
El resultado ha sido totalmente satisfactorio, sigue teniendo ese aire vintage que me enamoró, pero está totalmente renovado.
Ahora tengo un par de sillas metálicas y una mesa que me encontré en la basura que le van de maravilla, pero eso será para las próximas vacaciones.
Ahora os muestro a mi amiga la libélula, que este fin de semana ha vuelto a hacerme una visita, esta vez se trajo consigo a su pareja, pero era muy tímida y no se dejó fotografiar.
Espero que os haya gustado.